Hablamos mucho de innovación, la princesa «i», como la identifica mi hija. La «i» no casual pero sí desafortunadamente, minúsculo carácter del trío «I+D+i». La innovación, que curiosamente, no precisa hacerse presente de manera necesaria, como resultado de la poderosas fuerzas de la Investigación y el Desarrollo. Más bien incluso, a pesar de no negar su apadrinamiento en muchas innovaciones; la investigación y el Desarrollo no son ni necesarias ni suficientes, para que la innovación exista.
Y ésta es una idea muy potente, que las empresas que desean transformarse e innovar deben de tener muy presente. Toda innovación (incluso la que llega tras la pareja I+D), es el resultante de tres acciones, con origen y causa exclusiva en las personas : la creación, la emoción y la acción.
La creación identificada como una acción inventiva, creadora, generadora de una novedad; que puede ser total o relativa (evolución o transformación de algo que ya existe). Unas neuronas, de manera manifiestamente intencionada, provocan el enriquecimiento dentro del conjunto de saberes, habilidades, conocimientos, experiencias, que se acumulan en un cerebro humano. Hay una chispa, una nueva comunicación neuronal, un cambio en la manera en que éstas se conectan, y he ahí el resultado: la creación.
Esta creación es tan potente que, ya sea a la misma persona propietaria del cerebro que la generó, o a terceras personas; les induce a la emoción, a implicarse emocionalmente con la idea. Las personas se emocionan con la nueva idea, con la perspectiva de la transformación que, son conscientes pueden provocar. La nueva creación se puede materializar, se puede convertir en una transformación de lo físico, y mejor aún puede ser una transformación en positivo; generando un estado de la realidad, que afectada por la transformación pasa a un estado más óptimo que el presente.
Y, hete aquí que el deseo (emoción) de que la idea se materialice provoca la acción. Una persona o grupo de personas inician una serie de trabajos, dedicando esfuerzos y recursos, con el objetivo de provocar un cambio, del cual esperan obtener unos beneficios esperados.
Y muchas veces, muchas más de las que consideramos generalmente, el beneficio se consigue. Un beneficio que puede ser tan complejo o tan simple como la gran idea girar un sillón: aunque ha costado esfuerzo, pues pesa realmente, ahora podemos ver la pantalla sin que suframos el reflejo de la ventana. Algo así de simple es innovación, y esta innovación ha nacido en las personas, ha sido ejecutada por las personas que presas de un deseo (emoción), han decidido transformar la realidad, y la han mejorado.
¿Imagináis cuántas transformaciones podemos inducir las personas para mejorar en tantos aspectos que nos rodean: personales, familiares, laborales, sociales?
¿Percibís el potencial de las empresas al superar la tradicional y compleja definición que tradicionalmente se ha vinculado al concepto innovación?
Innovar son personas, personas que crean y actúan motivadas por la emoción. Así de sencillo, simple y potente.