La actual depresión económica en España, las continuas noticias, análisis y debates al respecto en diferentes medios de comunicación, ha llevado a que algunos conceptos económicos formen parte de nuestro día a día.
Uno de estos conceptos es el de «los mercados», en plural. Nadie los ha visto, nadie los ha tocado, pero están ahí. Son caprichosos, cuasi infantiles en sus actitudes y difíciles de interpretar por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Existe una minoría que sí los interpreta, y esta capacidad interpretativa no sé si será la causa, o el efecto, de la acumulación de riqueza y generación de desigualdades y sufrimiento.

El otro concepto, «la competitividad». Ser competitivo supone serlo en algo concreto: el más rápido corriendo, el más sabio físico, el mejor programador. Pero además no se puede ser categoricamente el más, se tiene que fijar un criterio de comparación, que delimita nuestro espacio de competitividad, somos limitados y sólo podemos coseguir logros limitados: podemos el más rápido corriendo del continente europeo, o de la competición de formula 1, el más sabio físico cuántico o astrólogo,…
Deberemos fijar unos objetivos, unas metas, unos logros; definir una ruta para su logro, una evolución basada en criterios realistas, una medición de los que se va avanzando, decidir en cada momento si lo que se está obteniendo es bueno, y si merece avanzar, cambiar de camino o parar. Ser competitivo es una actitud para lograr el objetivo, es un deseo de mejora, de evolución, de superación… ¿esto es así en economía?
En economía, la competitividad, a diferencia de los mercados, sí se toca, se sufre, en su nombre han fallecido cientos de personas en las últimas semanas en un lejano país asiático. Quizá usted no se haya enterado, es posible, uno de los clientes de la empresa competitiva que se hundió es uno de los grandes distribuidores en España y vetaron la noticia con la amenza de eliminar inserciones publicitarias en los medios. Así es la competitividad, un deseo a conseguir, y unos daños colaterales (directos má bien) a ocultar.
Esta semana un ministro alemán afirmaba que España debe sufrir una devaluación interior adicional del 25% para ser competitiva. No voy a entrar en muchos detalles respecto a la afirmación, sólo poner sobre la mesa que desde que estamos devaluándonos, las grandes empresas y fortunas de este país (alrededor del 1% del número de empresas y habitantes), han visto incrementar su riqueza, mientras miles y miles de personas y familias sufren hambre, pierden hogares, asistencia médica, derecho a la educación, a la asistencia, pierden esperanzas, sufren… Imaginen ese 25% adicional que supondría de sufrimiento, llanto, daño, sobre una masa de habitantes en la situación que se ecuentran ya actualmente…
¿Y con qué objetivo? Con el de ser competitivos, porque ¿económicamente ser competitivos es un fin en si mismo? Fijémonos en el plan de economía que se plantea para España, tanto desde su gobierno como desde el gobierno de la UE. Si los salarios bajan (muchísimo), si se eliminan beneficios sociales (todos a ser posible), si se eliminan derechos de los trabajadores (total desparición); inversores internacionales tendrán confianza en España y vendrán aquí a instalar sus centros de producción. Desde mi punto de vista, estas afirmaciones son de tal y tan terrible estupidez, son unas afirmaciones tan diáfanas, tan poco realistas, tan carentes de justificación en sí mismas, que no merecen análisis per se.

Sí merece el análisis la intención de quien las genera: para los centro europeos fabricar en lejanos países asiáticos, no es tan eficiente como se pensaba: gobiernos que no se pueden controlar, salarios que tienden al alza, lejanos centros de producción con problemas de control, el coste de transporte, países más interesados en relacionarse comercialmente con USA y China que con Europa, malas infraestructuras… ¿y si convierten el Sur de Europa en su extremo oriente particular? ¿Y si países con gran parte de su población universitaria, con capacidades técnicas trabajara por 200€ al mes, sin beneficios sociales ni derechos laborales? ¿Y si aprovechamos sus carreteras, puertos, aeropuertos para nuestra producción, porque al fin y al cabo se ha pagado con nuestro dinero? ¿Y si somos capaces de controlar a estos países directamente a través de la deuda país, como se ha hecho tradicionalmente con Sudamérica y extremo Oriente? Y si, además ¿tenemos por cuatro duros unos camareros que nos sirvan durante nuestras vacaciones y unos asistentes que nos cuiden durante nuestra vejez, bajo el sol?
Cada vez que usted escuche que se busca la competitividad, y no se hace referencia en qué se quiere ser competitivo y respecto a quién se quiere lograr, hágase las preguntas que le acabo de formular, porque si omiten la respuesta, es porque no hay intención de mostrarla, y si no hay intención de mostrarla, es momento de darse cuenta de lo oscuro de sus objetivos…