En época al previa a la crisis, muchas empresas lograron ingresos extraordinarios, en ocasiones superiores incluso a los generados por su actividad productiva, por la realización de inversiones especulativas, lideradas desde el departamento financiero.
El volumen tan alto de estos ingresos extraordinarios posicionó a dicho departamento como líder dentro de la estructura organizativa de la empresa. No en vano eran capaces de lograr mayores beneficios que los departamentos de operaciones, y mucho más rápidamente.
Con el estallido de la crisis ha cambiado la función del departamento financiero, pero no así su liderazgo. Aprovechando su posición anterior, han mantenido e incluso incrementado el control sobre la organización, como gestores del flujo de caja. La obsesión por la gestión financiera, por incrementar márgenes mientras se reducen ventas, mediante la aplicación de reducciones de costes indiscriminados, han provocado directamente la desaparición de una orientación estratégica empresarial, condicionándo su existencia en exclusiva, a objetivos financieros. Es un proceso autista, donde la empresa se ha replegado sobre sí misma y ha delegado en al área financiera toda decisión de futuro, optando por no operar por criterios de eficiencia productiva, sino por el mantenimiento de márgenes y saldos.
No se invierte porque no hay flujo de caja para asumir pagos y no se genera nuevo flujo de ingresos porque el sistema organizacional está obsoleto o rezagado, fuera del mercado, precisamente por la falta de inversiones.
Las decisiones tomadas están orientadas a la reducción sistemática de los costes; control de costes siempre necesario, pero terriblemente dañino cuando es injustificado y descontrolado. De este modo, desde el departamento financiero, sin tener necesariamente conocimiento sobre las operaciones que tienen lugar en la empresa, toman decisiones en cuanto al volumen de contratación, gastos, precios pagados, precios aplicados… En definitiva, impone un corsé que provoca de facto la inactividad de la organización, en un periodo de tiempo más o menos largo, de manera inevitable.
Estas decisiones financieras unilaterales en demasiadas ocasiones no sólo reducen gastos corrientes, sino que basándose en una justificación de flujo de caja, restringen inversiones. Quiere esto decir que cualquier solicitud de inversión queda condiciona a la existencia de suficiente liquidez capaz de asumir las obligaciones de pago vinculadas a una en decisión inversión.
El resultado es catastrófico, no se invierte porque no hay flujo de caja para asumir pagos y no se genera nuevo flujo de ingresos porque el sistema organizacional está obsoleto o rezagado, fuera del mercado, precisamente por la falta de inversiones.
El área financiera provoca un círculo vicioso que sólo permitiría ser superarada cuando los ingresos se incrementaran y por tanto hubiera flujo de caja para poder acometer nuevas obligaciones financieras. Pero si la empresa es incapaz, por el corsé de reducción de costes, de generar un incremento de la liquidez, está finalmente provocándose una orden de «Aqui no se invierte hasta nuevo aviso». En otras palabras el futuro se torna absolutamente cierto, la empresa cerrará seguro.
¿Cree usted que su empresa está viviendo un una situación similar a la descrita? ¿ Considera que podrían tener más oportunidades a si en vez de focalizar todo el esfuerzo un en la reducción de costes se crearán nuevas oportunidades a través de la inversión?