Las metodologías ágiles de gestión surgieron como superación de la excesiva burocratización y rapidez en la gestión del cambio exigida a los proyectos de desarrollos informáticos.
Proyectos de duración 12, 18 meses o superiores se veían radicalmente desmontados desde su diseño y planificaciones iniciales al desarrollarse en una realidad en la que las necesidades de los usuarios variaban durante el largo período de desarrollo o la aparición de nuevas tecnologías o situaciones imprevistas les terminaban convirtiendo en fracasados antes de su finalización.
El alto índice de fracasos de proyectos provocó el desarrollo de modelos ágiles, susceptibles de poder adaptarse a una realidad continuamente.
Modelos de gestión que se han mostrado muy útiles al facilitar el desarrollo de herramientas, mediante la organización de grupos de tareas orientadas a la resolución de necesidades concretas del usuario.
De este modo, los módulos mínimos de desarrollo se han reducido a lo mínimo susceptible de ser construido en períodos semanales o quincenales, con un proceso de creación, revisión, resolución de errores y entrega, capaces de asegurar altísimos niveles de calidad. El producto final global, termina resultando una acumulación estructurada y organizada de las unidades mínimas de desarrollo.
Se trabaja sobre un modelo de crecimiento del producto final continuo y continuamente evaluado. Adicionalmente, el trabajar sobre estas unidades reduce el nivel de riesgo global del proyecto al riesgo de cada una de las partes, de manera que el fallo o la imposibilidad de llevar adelante alguna de las unidades mínimas de desarrollo no condiciona el proyecto como un todo, simplemente sufre un cambio de carácter parcial y limitado al no ser viable alguna de las funcionales previstas iniciales.
Adicionalmente, y lo destaco por su importancia, las metodologías ágiles incrementan la percepción del nivel de satisfacción de todos los implicados. Se generan canales de comunicación estructurados, transparentes y continuos en el tiempo.
Al percibirse como un éxito la adopción de estas metodologías, surge la pregunta sobre la posibilidad de trasladarlas hacia la gestión de la empresa de manera global, ya que no dejan de ser métodos probados y demostrados.
Compartir información permite tener una visión global del objetivo que se está resolviendo y ayuda a la identificación temprana de necesidades y riesgos en las unidades mínimas de trabajo. La búsqueda de la resolución conjunta, el acuerdo y el compromiso adquirido frente al grupo, fortalecen su puesta en marcha.
Paralelamente a la transformación en los modelos de comunicación, se rompe los roles basados en de jerarquías. Desaparecen sustituidos por roles facilitadores. Son las personas, las que van a velar por la existencia y continuidad de una comunicación abierta, franca y transparente. Son personas que identifican, aseguran, liman y encauzan las resolución de conflictos entre personas o áreas implicadas.
by photostockAdicionalmente, pueden liderar la búsqueda de resolución a problemas concretos, que superan por esfuerzo y dimensiones al propio equipo.
Se dan pues dos cambios básicos para la transformación hacia una empresa ágil:
- Superación de la empresa jerárquica, evolucionando hacia una empresa horizontal con niveles de comunicación y transparencia extraordinariamente altos
- Transformación de los responsables jerárquicos en facilitadores para quienes sus objetivos no serán personales, sino que serán los logros del grupo. Como ejemplo de facilitor tenemos figuras como el Social Care Manager o el mediador, capacitados en Liderazgo Transpersonal para conseguir generar un sentido colectivo ya que sus habilidades estarán orientadas a la facilitación social.
Sí, podemos haber contado
cómo evolucionar hacia una empresa orientada al management 3.0
pero, ¿estará usted dispuesto a dar los primeros pasos que exigen las metodologías ágiles para alcanzar el éxito en su implantación?
Un comentario sobre “Agilidad, una de las claves de la empresa 3.0”